Traducción del francés de Juan Gabriel Caro Rivera Kontre Kulture vuelve a hacer accesible una de las principales obras del sociólogo alemán Werner Sombart. Leer “Le Bourgeois” permite comprender mejor la transformación ideológica radical que representa el triunfo de la burguesía. David, que participa en esta editorial, nos presenta este trabajo fundamental.
¿Quién era W. Sombart?
Werner Sombart (1863-1941) es un economista y sociólogo alemán, que en su época tenía el mismo prestigio intelectual que Max Weber. Como varios socialistas alemanes -considerados de extrema izquierda, por cierto- se dejó seducir por las primeras propuestas anticapitalistas del NSDAP, y fue esta conexión temporal la que durante mucho tiempo impidió que su obra fuera considerada en su verdadero valor. Gran admirador de El Capital, consideraba a Marx como el punto de partida de todas sus obras, mientras buscaba extender su pensamiento e ir más allá; marxiano, por tanto, más que marxista. Este es también el caso de El burgués, donde Sombart adopta un método de trabajo cercano al método dialéctico marxista, pero se opone implícitamente a una de las tesis fundamentales del materialismo histórico, que es considerar la conciencia de los individuos, lo que piensan y lo que son – como único fruto de sus condiciones materiales de existencia -. A diferencia de una explicación total de la historia por la economía, Sombart prefiere en este punto una explicación multifactorial de la génesis del espíritu capitalista.
¿Cuál es para él la genealogía del burgués?
Hay que entender que para Sombart, el burgués, lejos de ser una categoría social por derecho propio, es ante todo una forma de pensar, un estado de ánimo que, asociado al espíritu de empresa, permitió la emergencia del espíritu capitalista que conocemos hoy. Este espíritu burgués es, pues, una categoría particular que se constituye como síntesis de diferentes cualidades, de “virtudes burguesas” como era considerada la prudencia, el cálculo razonable, el espíritu de orden y economía, aproximadamente todo lo que es la base del hombre de negocios sólido y sensato. Sombart sitúa con bastante precisión el nacimiento del burgués en la Florencia del siglo XIV, y ello gracias a la abundancia de documentos que dan fe de su presencia. Es en medio de los paisajes toscanos que la contabilidad se convierte en un arte en la búsqueda de la precisión, lo que estaba lejos de ser el caso antes, y que el ahorro se convierte en un principio de virtud.
La evolución del espíritu capitalista que resultó de ella – y que después de Italia se impuso sucesivamente en España, Francia, Alemania, Holanda, Gran Bretaña y luego Estados Unidos – solo podía ser posible sin el encuentro de causas muy diferentes: ciertas bases biológicas, influencias religiosas y filosóficas, y condiciones sociales particulares. Esto es lo que une a Sombart y Weber pero también nos permite distinguirlos; ambos ven en la religión una de las muchas causas del surgimiento del capitalismo, pero en La ética protestante y el espíritu capitalista, Weber atribuye al calvinismo un papel importante en su evolución, mientras que Sombart lo ve más bien como la influencia del judaísmo y el tomismo; es por ello que El burgués ha ampliado las tesis de su anterior libro Los judíos y la vida económica, lo que lo convierte en una valiosa adición.
¿Es el dinero la única moralidad del burgués para Sombart?
Para Sombart, el dinero, en cualquier caso, el atractivo del beneficio, es menos una característica del espíritu burgués que del espíritu empresarial capitalista. De hecho, históricamente hubo una pasión por el oro y la plata que tuvo lugar al comienzo de la Edad Media, una verdadera sed de tesoros donde estos metales nobles fueron considerados por el valor que poseían, y no ya no solo por su calidad visual. Pero este deseo por sí solo tiene poco impacto en la vida económica y, por lo tanto, no explica el advenimiento del espíritu capitalista. Para ello, es necesario combinarlo con las cualidades y la moral de un empresario exitoso, es decir, el espíritu de conquista, organización y negociación. La empresa en cuestión debe entenderse entonces en sentido amplio, es decir, la realización de un plan a largo plazo cuya ejecución requiere la colaboración de varias personas con una sola voluntad. Según esta definición, una banda de ladrones que decide cometer un atraco en un día predeterminado ya es emprendedora. Entonces, por supuesto, la moral que subyace a cualquier empresa colectiva es la lealtad, es la capacidad de ser fiel a los compromisos propios; incluso los delincuentes más grandes son leales a su familia, grupo o comunidad. Pero esta moralidad puede adquirir un segundo sentido cuando se refiere más particularmente a la relación que el hombre capitalista mantiene con sus “asuntos”, su objetivo es entonces procurar ciertas ventajas comerciales cultivando – o pretendiendo cultivar – ciertas virtudes que se inscriben en el marco de una forma de distinción burguesa. La idea aquí es parecer moralmente bueno para elevar y fortalecer su imagen como persona de negocios. La hipocresía de un Benjamín Franklin lo atestigua en sus memorias: “Para fortalecer mi crédito y mi posición comercial, tuve cuidado no solo de ser realmente sobrio y parco, sino también de evitar cualquier apariencia contraria. Me vestí a la moda; nunca me hice ver en lugares donde había bajas distracciones; nunca fui a cazar o pescar, etc.”
¿Qué queda de la burguesía hoy según los criterios del libro?
Sombart lucha contra la idea de que siempre existe el mismo espíritu que anima al hombre en sus actividades económicas; no hay una naturaleza económica incompresible del hombre. Por el contrario, existe una variación importante en el espíritu de la vida económica, tanto en las cualidades psíquicas como en los principios generales que regulan la actividad. Diferencias de grado que, cuando se exacerban, pueden convertirse en diferencias de naturaleza, lo cuantitativo se convierte en cualitativo, tanto entre diferentes épocas como dentro del mismo período. Este es obviamente el caso hoy en día entre un pequeño librero provincial (todavía hay algunos) y un gran financista de Wall Street. Sin embargo, Sombart propone identificar las principales características del espíritu económico de un período determinado por el simple hecho de que predominan, es decir, que además de estar muy extendidas, son fuente de inspiración para la mayoría de los temas económicos. Respecto a la época actual, advierte que estas distintas peculiaridades se encuentran en las grandes empresas. Una de las características importantes que es peculiar de nuestro tiempo, que por lo tanto no encontramos en las primeras etapas del capitalismo o entre los burgueses a la antigua, es un cambio paradigmático radical en lo que el hombre económico moderno concibe sus intereses: el hombre deja de ser la medida de todo -con sus alegrías, sus sufrimientos, sus necesidades, sus exigencias- y comienza a exteriorizar su fin hacia abstracciones como la ganancia o el enriquecimiento. Siguen dos metas simples, dos preceptos inmutables que están estrechamente vinculados, porque uno no se puede lograr sin el otro: ganar lo máximo posible, hacer prosperar al máximo tu negocio.
Lo más posible o siempre más, lo infinito o lo ilimitado, el libre desarrollo o la marcha del progreso… en 1913 Werner Sombart no creía en ello.
Sito de Kontre Kulture : https://kontrekulture.com/
Extraído: http://rebellion-sre.fr/werner-sombart-la-genealogie-de-lesprit-bourgeois/
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